Lo reconozco, antes de leer el libro 'Todo por un puñado de olas perfectas. David Rensin (The Fishbone Project)' no lo tenía muy claro. El nombre me resultaba familiar. Miki Dora. Un nombre así no se olvida fácilmente. Hubiera apostado que era uno de esos viejos surfistas de la época dorada del surf californiano.
Poco más. Ante mi desconocimiento del personaje, tengo que decir que me acerque a esta biografía atraído por la provocadora fotografía de la portada y, sobre todo, por el texto tan sugerente de la contraportada. La historia del Enfant Terrible del surf, un tipo de renuncio a cualquier atadura o compromiso para vagar por el mundo en busca de un puñado de olas perfectas; dispuesto a todo, legal o ilegal, para mantener su libertad personal y su forma de vida. Tenía que leerlo sí o sí. Para alguien como yo, al que apasiona leer cuanto cae en mis manos sobre la historia del surf, era demasiado tentador.
Todo movimiento cultural necesita sus antihéroes y es muy propio de la idiosincrasia americana convertir a estas ovejas negras en leyendas. El surf no podía ser menos. Desde luego, nadie mejor que Miki Dora para adoptar este rol. Dora estaba en el sitio adecuado, el Malibu de los años 50 y 60, epicentro de la cultura surf de la época, en el momento justo, cuando las primeras películas surferas de Hollywood popularizaron lo que hasta entonces había sido un movimiento marginal. Y allí estaba Dora, el perfecto surfista rebelde, dispuesto a desafiar al sistema y a luchar contra esa comercialización del surf que tanto aborrecía.
Pongámonos en su piel por un momento. Imagina que eres un chaval introvertido y rebelde, hijo de un matrimonio roto, que acaba de salir de la escuela militar en la que tu padre te interno para que aprendieras disciplina. Y, de repente, el paraíso. Acabas viviendo con tu irresponsable madre y su nueva pareja, un surfista; que pasan de ti y dejan que te críes como un salvaje en la playa. Además, resulta que eso del surf se te da de miedo, y tu personalidad y tu actitud te convierten en una celebridad en ese pequeño mundo. El rey sin corona de tu país de arena.
Pero, lo sentimos, amigo, nada dura para siempre. Los buitres de Hollywood se fijan en tu idílica vida y la convierten en un reclamo para toda una generación de jóvenes ávidos de nuevas sensaciones. De la noche a la mañana, ves como la inocencia del surf es reemplazada por una comercialización sin escrúpulos, como muchos de tus camaradas se suben al carro y se venden sin ningún tipo de miramientos, y como otros se quedan estancados, viviendo en la nostalgia de días mejores. ¿Qué harías tú entonces?
Dora lo tuvo claro. Su carácter antisocial no le permite formar parte de ese circo y no le queda otra que partir en busca de nuevos escenarios donde volver a sentirse libre. Para él, este fue el comienzo de un viaje sin fin, una huida siempre hacia delante, en busca del paraíso perdido. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos quienes emprendían su particular ENDLESS SUMMER no lo tenían tan fácil como hoy en día. Ahora, la industria multimillonaria del surf corre con todos los gastos de los surfistas profesionales a cambio de que les ayuden a vender sus productos. Incluso los surfistas considerados más rebeldes se convierten en hombre anuncio.
Pero Dora, como cualquier ser humano, también estaba lleno de contradicciones. A pesar de estar contra del mercantilismo del surf, supo ceder y sacar provecho cuando le vino en gana. Dudo mucho de que solo lo hiciera para ganarse unos dólares. Alguien con una personalidad tan egocéntrica como la de Dora, en el fondo disfrutaba de esa popularidad de la que tanto renegaba. Sabía que, si no mantenía su leyenda viva, si no la alimentaba de vez en cuando, acabaría por ser olvidado por las nuevas generaciones de surfistas. Quien ha sido rey, es muy difícil que se acostumbre a vivir en el anonimato.
Al no pasar por el aro de la comercialización y como trabajar para él no era una opción, para poder vivir a su manera, Dora tuvo que aprender a buscarse la vida. Si era necesario robar, estafar a amigos y desconocidos, o cualquier otro tipo de actividad ilegal, pues ¿qué le vamos a hacer? Al leer el libro, es inevitable pensar que hay mucho de Dora en el personaje de Patrick Swayze en LE LLAMAN BODHI. De hecho, hay rumores acerca de que el guion de la película está inspirado en un guion sobre la vida de Miki Dora que circulaba por Hollywood. Claro que, Hollywood es Hollywood, y no tiene la misma épica un ladrón de bancos, que roba al sistema, que un estafador de tres al cuarto, que engañaba a quien fuera sin miramientos, rico o pobre.
Como pasa con todas las leyendas, son tantos los rumores que han circulado sobre la vida de Dora, que es imposible saber cuáles son verdad y cuáles no. Ante esta coyuntura, y empeñado en hacer una biografía objetiva, David Rensin, el autor, toma la decisión de dar voz a quienes lo conocieron o compartieron con él algún momento de su vida. Así, la historia se desarrolla a través de retazos de cientos de entrevistas, adquiriendo cierto aspecto documental. Al principio, este enfoque puede llamar la atención, pero, en cuanto se entra en la dinámica del libro, funciona a la perfección. Este estilo, en la tradición de las narraciones orales, nos hace sentir como si estuviéramos con un grupo de viejos amigos, en torno a una fogata de playa, oyéndolos contar las historias y batallitas de un camarada que ya no está con nosotros.
Miki Dora disfrutando en Rincón
El libro está editado en español por la editorial The Fishbone Project, y podéis comprarlo a través de su página web o en la sección de libros de surf de nuestra tienda online.
Tras leer el libro (hacedlo, que vale la pena), tal vez os preguntéis que tenía Dora de especial. ¿Cómo es posible que un cabronazo como él dejara una huella tan profunda en tanta gente y se convirtiera en una figura tan influyente de la cultura del surf?
La respuesta es fácil. Todos conocemos a un Miki Dora. Esas personas egoístas, malnacidas, traidoras y egocéntricas que siempre acaban saliéndose con la suya. Pero, son unos cabronazos con una personalidad tan irresistible que, al final, acaban logrando que nos sintamos afortunados de que nos dejen estar a su lado.
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Texto: Maxi González de Surf&Comics.
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